Testimonios de Pacientes | August 6, 2025
Viviendo en Shreveport, Luisiana, estoy navegando por un sistema médico que parece diseñado en mi contra. Mi camino es particularmente complicado; vivo con una constelación de enfermedades raras que incluyen migrañas hemipléjicas, neuralgia occipital, hipertensión intracraneal idiopática y fibromialgia, agravadas por depresión y ansiedad. Cada día es una batalla contra un dolor implacable, una batalla que se hace aún más difícil por el costo exorbitante del tratamiento.
He probado todas las vías para aliviar mi sufrimiento, pero las barreras financieras bloquean constantemente el acceso a las recetas necesarias. He pasado por innumerables medicamentos, desde genéricos ineficaces hasta medicamentos de marca que tienen un precio elevado, que comúnmente alcanzan entre $400 y $6,000 al mes cada uno, y me obligan a una lucha continua para poder pagar mis medicamentos. Recuerdo vivamente una vez en que un médico especialista en manejo del dolor recomendó una receta mensual de $4,000, solo para que el hospital se negara a administrarla por preocupaciones sobre un posible desperdicio por su parte. Esta experiencia puso la cruda realidad de que podría tener que viajar a través de los límites estatales o largas distancias solo para encontrar otro centro médico dispuesto a administrar el medicamento que necesito. Afortunadamente, mi receta de Nurtec, uno de varios medicamentos caros, está actualmente cubierta a través de un programa de asistencia de copago y mi seguro. Sin embargo, tardé meses en calificar, y la incertidumbre de cuánto durará este beneficio es grande.
Actualmente, mi régimen de medicaciones incluye Nurtec, Spravato, Reyvow, Trudhesa y Zavzpret, con un precio de lista mensual aproximado de $8,500. Si los copagos mensuales combinados de estos medicamentos superan los $150, me veo obligada a tomar decisiones imposibles, priorizando algunas recetas sobre otras. Esta carga financiera es inmensa para mi esposo y yo. No solo nos preocupamos de nuestra propia salud, sino que también ayudamos a criar a nuestros nietos.
La vida a menudo se siente como un juego de ajedrez, en la que constantemente se buscan estrategias para manipular un sistema roto y anticipar el siguiente movimiento. Esta no debería ser nuestra realidad.
Abogar por mí misma, tanto en la consulta médica como fuera de ella, se ha convertido en lo más difícil que he hecho. Sin embargo, no tengo más remedio que continuar. La diabetes de mi esposo complica aún más nuestros costos médicos. A pesar de mis ingresos de SSDI y su empleo, no calificamos para programas de asistencia para ninguna de nuestras necesidades médicas. Sé que mi familia y yo no estamos solos en esta lucha; este problema afecta a innumerables familias en todo Estados Unidos.
Los pacientes merecen algo mejor.