Testimonios de Pacientes | May 14, 2025
Soy Mary Simmons, empleada jubilada del gobierno estatal, de Henrico, Virginia. Y lo más importante, soy madre, esposa, hija de Joseph y Florence Fowler, hermana, tía y sobreviviente de cáncer.
En 2022, me diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda (LLA), un cáncer de la sangre y la médula ósea, y diabetes tipo II. Me vi obligada a dejar de trabajar después de que una visita a urgencias me diera un diagnóstico inesperado, a pesar de que los médicos inicialmente me habían dado dos semanas de garantía de calidad de vida tras mi neumonía y el nuevo diagnóstico. Pasé meses en el Centro Médico VCU en tratamiento y me recetaron varios medicamentos que elevaron mi glucosa, lo que me obligó a tomar medicamentos para la diabetes como Tresiba y Humalog.
Al mismo tiempo, estaba esperando para calificar para el Seguro Social por Discapacidad (SSDI) y acumule una factura médica y hospitalaria de casi $325,000 dólares debido a una combinación de una hospitalización de 3 a 4 meses, costosos medicamentos recetados para la diabetes, la quimioterapia y el cáncer, y otros gastos medicos asociados. Aunque no podía pagar el tratamiento completo, mi familia y yo hicimos todo lo posible para pagar unos $100 mensuales para no tener deudas, mientras solicitaba pequeñas subvenciones de servicio siempre que era posible. Debido a los costos, incluso intente cambiar mi régimen de medicamentos de marca a genéricos, lo que finalmente me causo mas problemas y me obligó a volver a tomar los medicamentos costosos.
Bajo el cuidado de la Dra. Keri R. Maher en el Centro Oncológico Massey de VCU, quien colaboró profesionalmente conmigo como un equipo, nos unimos para luchar contra el cáncer. Luego me inscribí en una prueba clínica que me salvó la vida.
Tras mi prolongada hospitalización, el mantenimiento médico y los gastos adicionales de medicamentos se acumularon. Poco después, finalmente obtuve el SSDI y he recibido más cobertura financiera y asistencia de Medicare y la doble cobertura del seguro de mi esposo. Sin embargo, los copagos de las recetas siguen en su punto más alto, costándome cientos de dólares al mes.
Hay que hacer algo. Los pacientes merecen precios más bajos sin el estrés de preocuparse por cómo pagar por lo necesario cuando su salud está en un punto bajo. ¡La codicia de las grandes farmacéuticas tiene que parar!